martes, 10 de enero de 2012

Salmo 79





SALMO LXXIV

Versículos
1—11. Las desolaciones del santuario.
12—17. Ruegos por fe que dé ánimo.
18—23. Peticiones de liberación.

Vv. 1—11. Este salmo parece describir la destrucción de Jerusalén y del templo en manos de los caldeos. La situación deplorable del pueblo de Dios en aquel tiempo es expuesto ante el Señor y se deja en sus manos. Alegan las cosas grandes que Dios ha hecho por ellos. Si la liberación de Israel de Egipto fue un estímulo para tener esperanza de que Él no los desecharía, mucho más razón tenemos nosotros para creer que Dios no desechará a ninguno de los que Cristo redimió con su sangre. —Los infieles y los perseguidores pueden silenciar a los ministros fieles, cerrar lugares de adoración y decir que van a destruir al pueblo de Dios y su religión. Por largo tiempo pueden prosperar en sus intentos y los siervos de Dios, oprimidos, pueden no ver perspectivas de liberación; sin embargo, hay un remanente de creyentes, la simiente de una cosecha futura, y la Iglesia despreciada ha sobrevivido a quienes una vez triunfaron sobre ella. Cuando más amenaza la fuerza de los enemigos, consuela refugiarse en el poder de Dios por medio de la oración fervorosa.


Vv. 12—17. La iglesia calla sus propias quejas. Lo que Dios hizo por su pueblo, como antiguo Rey de ellos, los animó a confiar en Él. Fue obra del Señor, nadie más podía hacerlo. Esta providencia fue alimento para la fe y la esperanza, para sostener y exhortar en las dificultades. —El Dios de Israel es el Dios de la naturaleza. El que es fiel a su pacto del día y la noche, nunca echará fuera a los que escogió. Tenemos mucha razón para esperar aflicción como esperamos la noche y el invierno. Sin embargo, no tenemos más razón para desesperar del regreso del consuelo que para desesperar del día y el verano. Y en el mundo de arriba no tendremos más cambios.

Vv. 18—23. El salmista ruega que Dios aparezca en favor de su iglesia en contra de sus enemigos. La necedad de los que profanan su evangelio y a sus siervos será aclarada para todos. Invoquemos a nuestro Dios para que ilumine a las naciones de la tierra en tinieblas; y para que rescate a su pueblo, para que el pobre y necesitado alabe su nombre. Bendito Salvador, eres el mismo ayer, hoy y por los siglos. Haz a tu pueblo más que vencedores. Sé tú, oh Señor, el todo en todo para ellos, en toda situación y circunstancia; porque, entonces, tu pueblo menesteroso y necesitado alabará tu nombre.

Matthew Henry.

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