lunes, 21 de marzo de 2011

Las tinieblas no encubren de ti

Que tu mano me hiera mi Señor, que tu mano me hiera,

porque no hay manos de amor como las tuyas

Dios de toda paciencia y consolación.

lunes, 14 de marzo de 2011

La Soberanía de Dios: Una doctrina preciosa y práctica

Uno de los grandes gozo de ministrar en una iglesia por veinte años es que uno llega a ver a las personas pasar por las temporadas más oscuras de la vida, apoyarse en la bondad soberana de Dios, y salir al otro lado con fe y gozo inconmovibles. La soberanía de Dios es una doctrina de los más preciosa. Es la madera fuerte del árbol que impide que nuestras vidas sean arrastradas por los vientos de la adversidad. Es la roca que nos levanta de la inundación de la incertidumbre y confusión. Es el ojo del huracán en donde estamos con Dios y miramos hacia arriba al cielo azul de su dominio cuando todo está siendo destruido. "Cuando todo alrededor de mi alma cede" esto es toda mi esperanza y firmeza.

La palabra "soberanía" (como la palabra "Trinidad") no aparece en la Biblia. La uso para referirme a esta verdad: Dios tiene el control supremo del mundo, desde la mayor intriga internacional hasta la caída del pájaro más pequeño en el bosque. Así es como la Biblia lo dice: "Yo soy Dios, y no hay ningún otro... Mi consejo permanecerá, y lograré todo mi propósito" (Isaías 46.9-10, traducción del autor). "Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos" (Daniel 4.35). "¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre" (Mateo 10.29). "Pero él es soberano; ¿quién puede hacerlo desistir? Lo que él quiere hacer, lo hace. Hará conmigo lo que ha determinado; todo lo que tiene pensado lo realizará" (Job 23.13-14). "Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que le parezca" (Salmo 115.3). "[Dios] hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad" (Efesios 1.11). "Tendré clemencia de quien yo quiera tenerla, y seré compasivo con quien yo quiera serlo" (Romanos 9.15). "Más bien, debieran decir: 'Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello'" (Santiago 4.15).

Una de las razones por la que esta doctrina es tan preciosa para los creyentes es que sabemos que el gran deseo de Dios es mostrar misericordia y bondad a los que confían en él. "Haré con ellos un pacto eterno: Nunca dejaré de estar con ellos para mostrarles mi favor; pondré mi temor en sus corazones, y así no se apartarán de mí. Me regocijaré en favorecerlos... con todo mi corazón y con toda mi alma" (Jeremías 32.40-41). La soberanía de Dios quiere decir que este diseño para nosotros no puede ser frustrado. Nada, absolutamente nada, les ocurre a los que aman a Dios y son llamados conforme a su propósito, excepto lo que es para nuestro más hondo y más alto bien (Romanos 8.28; Salmo 84.11)

Por consiguiente, la misericordia y la soberanía de Dios son las columnas gemelas de mi vida. Son la esperanza de mi futuro, la energía de mi servicio, el centro de mi teología, el lazo de mi matrimonio, la mejor medicina para todas mis enfermedades, el remedio para todos mis desalientos. Y cuando me toque morir (sea tarde o temprano) estas dos verdades estarán junto a mi cama, y con manos infinitamente fuertes y tiernas me levantarán a Dios.

Por ciento ciencuenta años se ha admirado a George Mueller como a un gran hombre de fe debido a la obra que hizo, en especial con los huéfanos en Londres. No muchos saben que él vivió su vida maravillosa con una total confianza en la verdad atesorada de la sobernía de Dios. Cuando la esposa de Mueller murió a los treinta y nueve años, él predicó el sermón funral usando el texto: "Tu eres bueno, y haces el bien" (Salmo 119.68). Mueller relata cómo oró cuando descubrió que ella tenía fiebre reumática:
"Sí, Padre mío, los tiempos de mi querida esposa están en tus manos. Tú desearás solo lo mejor para ella, y para mí, ya sea la vida o la muerte. Si puede ser, levanta de nuevo a mi preciosa esposa; tú puedes hacerlo, aunque ella está muy enferma; pero cualquiera sea la forma en que trates conmigo, sólo ayúdame a continuar y estar perfectamente satisfecho con tu santa voluntad."
La voluntad del Señor fue llevársela. Por consiguiente, con gran confianza en la misericordia soberana de Dios, él dijo:
"Me postro, estoy satisfecho con la voluntad de mi Padre celestial, y busco mediante la perfecta sumisión a su santa voluntad glorificarle, beso de continuo la mano que me ha afligido ... Sin esfuerzo alguno mi alma más íntima habitualmente se regocija en el gozo de esa mujer amada que se ha ido. Su felicidad me da gozo. Mi querida hija y yo no quisiéramos tenerla de vuelta, aun si fuera posible producirlo por un gesto de la mano. Dios mismo lo ha hecho; estamos satisfechos con él."
Esta es la preciosidad de la doctrina de la soberanía de Dios.
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Tomado de "Prueba y Observa", John Piper.
Dedicado a mi querida amiga, Ana Karina. Dios te sostenga.

martes, 1 de marzo de 2011

Roca de la eternidad

Roca de la eternidad, fuiste abierta para mí
Sé mi escondedero fiel, solo encuentro paz en ti
Rico limpio manantial, en el cual lavado fui


Aunque fuese siempre fiel, aunque llore sin cesar
Del pecado no podré, justificación lograr,
Solo en ti teniendo fe, deuda tal podré pagar

Mientras tenga que vivir, mi último suspiro al dar,
Cuando vaya a responder en tu augusto tribunal,
Sé mi escondedero fiel, roca de la eternidad
 
 
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