viernes, 15 de julio de 2011

Le veremos tal como Él es

Aquí, también, ¡cuán distantemente vemos a Cristo! ¡Casi tan lejanamente como a la lejana estrella! Le vemos, pero no de cerca; le contemplamos, pero no junto a nosotros; tenemos un atisbo de Él, pero, ¡oh!, ¡qué longitudes y distancias se extienden de por medio! ¡Qué montes de culpa: una pesada carga! Pero entonces le veremos cercanamente; le veremos cara a cara; como un hombre habla con su amigo, así hablaremos entonces con Jesús. Ahora estamos lejos de Él; entonces estaremos cerca de Él. Lejos en las tierras altas, donde Jesús mora, allí estarán nuestros corazones también, cuando corazón y cuerpo estén "presentes al Señor".

Y ¡oh!, ¡cuán transitoria es nuestra visión de Jesús! Es únicamente un breve espacio de tiempo cuando tenemos un atisbo de Cristo, y luego pareciera apartarse de nosotros. Nuestros carros han sido a veces como los de Aminadab; pero, en breve, las ruedas se han ido, y perdemos al bendito Señor. ¿No han sentido en algunas horas de su vida que han estado de tal manera en la presencia de Cristo, que casi no sabían donde se encontraban? No hablemos de los carros de Elías y de los caballos de fuego; ustedes mismos ardían; podrían haberse convertido en un caballo y en un carro de fuego, e ir al cielo sin ningún problema. Pero entonces, súbitamente, ¿nunca sintieron como si un bloque de hielo hubiera caído en su corazón, y apagado el fuego, y han exclamado: "Adónde se ha ido mi amado? ¿Por qué ha ocultado su rostro? ¡Oh, que oscuro! ¡Qué sombrío!"

Pero, ¡cristianos, no habrá rostros ocultos en el cielo! ¡Bendito Señor Jesús! Tus ojos no estarán cubiertos en la gloria. ¿No es tu corazón un mar de amor, donde discurren todas mis emociones? Y no hay marea baja en tu mar, dulce Jesús, allí. ¿No eres Tú todo? Allí no te perderemos, no pondrás Tu mano delante de Tus ojos allí; pero sin una sola alteración, sin cambio o disminución, nuestros ojos descansados, despejados, te contemplarán perpetuamente a través de la eternidad. "Le veremos tal como él es."

Charles Spurgeon, sobre 1 Juan 3.2

(SERMÓN COMPLETO)

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