jueves, 24 de febrero de 2011

Llévame entonces a la cruz y déjame ahí

“Señor, soy una cáscara llena de polvo

pero animada por un alma invisible, irracional,

y renacido por el invisible poder de la gracia.

Y no soy ningún objeto de alto precio, sino

quien no tiene nada, ni es nada;

aunque he sido elegido por ti desde la eternidad,

entregado a Cristo y nacido de nuevo.

Estoy profundamente convencido del mal

y la miseria de mi estado de pecado,

de la vanidad de las criaturas,

pero también de la suficiencia de Cristo.

Cuando tú me guías, quiero controlarme yo mismo.

Cuando tú debes de ser soberano, quiero gobernarme solo.

Cuando tu cuidas de mí, me creo suficiente.

Cuando debo depender de lo que me das, recurro a lo mío.

Cuando debo someterme a tu providencia, sigo mi voluntad.

Cuando debo estudiar, amar, honrar y confiar en ti; me sirvo a mí mismo.

Fracaso y corrijo tus leyes para que se adapten a mí, en vez de yo a ti.

Busco la aprobación humana y soy por naturaleza un idolatra.

Señor es mi diseño principal devolverte mi corazón a ti.

Convénceme de que yo no puedo ser mi propio dios,

ni hacer feliz a mi propia vida;

ni ser mi propio Cristo para restaurar mi alegría.

Ni ser mi propio espíritu para enseñar, guiar y gobernarme.

Ayúdame padre a ver que la gracia hace todo eso

por medio de la aflicción providencial.

Por que cuando mi crédito es mi dios, tú me humillas;

cuando las riquezas son mi ídolo, tú haces que vuelen;

cuando un placer es mi todo, tu lo cambias en amargura.

Quítame mi ojo aventurero, mi oído curioso,

mi apetito codicioso, mi corazón lascivo.

Muéstrame que ninguna de estas cosas puede sanar una conciencia herida

o sostener una estructura que se derrumba,

o retener un espíritu que se va.

Llévame entonces a la cruz y déjame ahí.


[Tomado de: "El valle de la visión - Una colección de devociones puritanas"]


Con esto me voy a dormir, espero hermanos que esta piadosa oración renueve en ustedes una necesidad y nuevo sentido de humillación delante de Dios, hagan morir por el espíritu el humanismo que impera en ustedes. ¡Sólo a Dios sea la gloria!

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