domingo, 28 de noviembre de 2010

¡Porque habéis vencido al mundo!

Hoy tuve el hermoso privilegio de ver a algunos de mis hermanos en Cristo bautizándose, dando así testimonio público de su obediencia a Jesucristo delante de Dios y todos los presentes.

Mientras se bautizaban, pensaba en mi Señor Jesucristo. Entre tanto que pensaba en Su obediencia y miraba las túnicas blancas de mis amigos, vino a mi recuerdo una figura relatada en uno de mis libros favoritos, la cual me gustaría que leyeran:

"En seguida llevó a Cristiano a un sitio muy delicioso, donde había un soberbio y bellísimo palacio, en cuya azotea había algunas personas vestidas de oro y a cuya puerta vio una gran muchedumbre de hombres, muy deseosos, al parecer, de entrar; pero que no se atrevían. Vio también a poca distancia de la puerta un hombre sentado a una mesa, con un libro y recado de escribir, y tenía el encargo de ir apuntando los nombres de los que entraban. Además vio en el portal muchos hombres armados para guardar la entrada, resueltos a hacer todo el daño posible a los que intentasen entrar. Mucho sorprendió esto a Cristiano; pero su asombro subió de punto al observar que mientras todos retrocedían, por miedo a los hombres armados, uno que llevaba retratada en su semblante la intrepidez se acercó al que estaba sentado a la mesa, diciéndole: "Apunte usted mi nombre", y luego desenvainando su espada y con la cabeza resguardada por un yelmo acometió por medio de los que estaban puestos en armas, y a pesar de la furia infernal con que se lanzaron sobre él, empezó a repartir denodadamente tajos y golpes. Su intrepidez fue tal que, aunque herido y habiendo derribado a muchos que se esforzaban desesperadamente por detenerle, se abrió paso y penetró en el palacio, a tiempo que los que habían presentado la lucha desde la azotea, le vitoreaban, diciéndole: "Entrad, entrad y lograréis la gloria eterna." Después de lo cual le recibieron gozosos en su compañía y le vistieron con vestiduras resplandecientes, semejantes a las suyas."

Bunyan, John. "El progreso del peregrino", capítulo V.


Hoy sólo podría decir, seguir a Cristo requiere todo de nosotros. Tan sólo obedezca, así como Cristo lo hizo para darnos salvación.


"Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. "

Apocalipsis 21.6-7


Dedicación especial a mis hermanos que se bautizaron.

2 comentarios:

Leonardo Hormazábal dijo...

Querido Amigo: Gracias por tus palabras. Gracias por tu amor por la obra y los santos... y en lo particular, gracias por tu amistad que me ha llenado de alegrías y buenos consejos. Un abrazo!

Mgp. dijo...

Obediencia... Una palabra que ha sonado con fuerza en mi vida este último tiempo. Obediente como lo es un esclavo a su Señor, un esclavo agradecido y comprado con un precio de sangre.
Él fue obediente hasta la cruz... y nuestra obediencia está siendo llevada a los pies de esa cruz?
He estado reflexionando un poco, lo había alejado de mi mente esta semana y hoy lo he vuelto a ver: Obediencia.

Saludos hermanito !

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