miércoles, 30 de noviembre de 2011

La realidad del Espíritu Santo

Tú le dices al mundo: "Tengo el Espíritu Santo dentro de mí". Él dice: "No lo puedo ver". Él quiere que sea algo tangible, algo que pueda reconocer con sus sentidos. ¿Alguna vez has escuchado el argumento de un viejo cristiano contra el de un infiel doctor?

El doctor le dijo que no había alma y le preguntó:
-"¿Has visto un alma?"
-"No", le dijo el cristiano.
-"¿Has oído un alma?"
-"No"
-"¿Alguna vez has olido un alma?"
-"No"
-"¿Alguna vez has saboreado un alma?"
-"No"
-"¿Alguna vez has sentido un alma"
-"Sí", dice el hombre, "siento que tengo una dentro de mi".
-"Bueno", le dice el doctor, "son cuatro sentidos contra uno, sólo tienes uno a tu favor".
-"Muy bien", dice el cristiano, "¿has visto alguna vez un dolor?"
-"No".
-"¿Has oído un dolor?"
-"No"
-"¿Has olido un dolor?"
-"No"
-"¿Has saboreado un dolor?"
-"No"
-"¿Has sentido un dolor?"
-"Sí".

Por esto el mundano dice que no hay Espíritu Santo, porque no puede verlo. Bueno, pero nosotros lo sentimos. Tú dices que es fanatismo y que nunca lo hemos sentido. Supongamos que usted me dice que la miel es amarga, yo respondo: "No, estoy seguro de que la hayas probado; pruébala y verás." Así es con el Espíritu Santo, si sintieras su influencia no dirías que no hay Espíritu Santo porque no lo ves. ¿No hay en la naturaleza muchas cosas que no podemos ver? ¿Has visto el viento? No; pero ustedes saben que hay viento, cuando miran un huracán lazando ráfagas a su alrededor y desgarrando las viviendas de los hombres; o cuando la suave brisa de la tarde, que besa las flores, hace colgar las gotas de rocío en forma de perlas alrededor de una rosa. ¿Has visto la electricidad? No, pero ustedes saben que hay tal cosa, a través de los cables viaja miles de kilómetros y lleva nuestros mensajes; aunque tú no puedes verla, tú sabes que hay tal cosa. Por lo que tú debes creer que hay un Espíritu Santo obrando en nosotros tanto el querer como el hacer, a pesar de que esté más allá de nuestros sentidos.

(Charles Spurgeon, sermón n°4, v.1: "La personalidad del Espíritu Santo")

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